A meses de cumplir 50 años trabajando en SQM, Atilio Narváez, subgerente de Programas Sociales de SQM, encargado de los proyectos agrícolas, enfatiza en la importancia de la vinculación con las comunidades locales, señalando que ese es el gran desafío del Consorcio del Desierto.
Atilio Narváez trabaja hace casi cinco décadas en SQM. Como ingeniero en minas, ingresó a trabajar cuando SQM era una empresa Corfo y en estos casi 50 años, ha visto cómo pasó de ser una compañía estatal, y la cual no pagaba sus costos, a ser la empresa que es hoy, una de las “que más aporta en recursos, en impuestos y en todo al país”, como afirma orgulloso.
Narváez vivió la transformación de SQM en una empresa privada, y fue ahí cuando se hicieron cambios importantes para sacarla adelante. Hoy, señala, son los primeros productores en nitrato de potasio, en yodo y un relevante productor de litio a nivel mundial. “Nadie puede decir, aquí en Chile, que una empresa haya alcanzado un nivel de este tipo. Que una empresa tan pobre llegue a lo que es hoy”, señala y agrega que parte importante de este salto ha sido gracias a la trayectoria de buenos ejecutivos y que se ha sabido llevar adelante el área productiva “de forma responsable, con excelencia y sigue así, con mucha innovación”.
Durante los primeros 35 años el sugerente trabajó en múltiples cargos, en un principio liderando la operación de ferrocarriles, minas y plantas de chancado de minerales en SQM. Luego, cambió de área y comenzó a trabajar en la evaluación de proyectos medio ambientales y ahora en los programas sociales enfocado en el sector agropecuario.
“Como empresa, estamos en aquellas comunidades aledañas a nuestros centros productivos en las que podemos impactar con nuestros proyectos, y cubrimos el área desde la costa hasta el altiplano con distintos programas sociales, enfocados en cultura, educación, patrimonio, salud, deporte y productivos”, además de los temas agropecuarios que tengo a cargo, comenta Atilio.
En concreto, en temas agropecuarios ve programas en Quillagua, Colonia de Pintados, Pozo Almonte, La Tirana, Bajo Soga, entre otros. También están incursionando en hidroponía, en un proyecto específico en el Centro Penitenciario de mujeres de Iquique. “Hemos avanzado harto en esto, partimos haciendo hidroponía en Quillagua, en uno de los lugares más difíciles para hacer agricultura en Chile, el lugar más seco del mundo, y para poder controlar la alta radiación, hemos tenido que trabajar con invernaderos especiales”, comenta.
También ha construido invernaderos en La Tirana, los cuales han sido difundidos y replicados por programas locales. Respecto a ello, Narváez asegura que es clave el acompañamiento para que puedan mantenerse en producción.
“Tenemos mucha experiencia, hemos creado iniciativas como el vino Ayllu en Toconao y hemos sido parte de los diseños y puesta en marcha y acompañamiento de los invernaderos de Socaire de la Seremi de Agricultura y también nos hemos reunido con el equipo del Consorcio del Desierto, proyecto multisectorial que lidera Codesser. Tenemos presencia agrícola en la mayoría de las comunidades de Tarapacá que están aledañas a nuestros centros productivos. El Consorcio nos sirve porque es un lugar de estudios y reflexión de acuerdo a lo que se está haciendo en el desierto”, afirma.
Respecto a los desafíos del Consorcio, Narváez señala: “Tengo la gran esperanza de que en el Consorcio terminemos con proyectos que se puedan replicar y puedan escalar al área productiva, que es lo que falta en la región. Aquí hay muchos estudios, que tienen como objetivo su publicación, pero no están vinculados con el área productiva y menos con las comunidades, lo escucho a diario en las comunidades que visito, finalmente son ellos los que trabajan la tierra, de la que sacan la producción para su familia y que les permite vivir de eso”.
En definitiva, para el encargado de los proyectos agrícolas de SQM, la vinculación entre los estudios y las comunidades es el desafío. “Que todos los profesionales o investigadores sepan que lo que están estudiando o investigando, después tienen que llevarlo a terreno y demostrar que eso se puede aplicar, y que las comunidades lo puedan aprovechar”, afirma.
Y enfatiza en que esto tiene que ser ahora. Narváez recorre semanalmente las comunidades y tiene contacto directo con ellas, quienes también requieren esa vinculación. “Hay que demostrarles a las personas que trabajan la tierra, que estamos junto a ellos trabajando, que lo que hacemos en conjunto va en beneficio de ellos. Nosotros como SQM no los vamos a apartar de este principio”.
Muchas veces, comenta Narváez, he escuchado de traer expertos de Israel para solucionar temas en el desierto, pero él señala que las condiciones no son las mismas, nuestro desierto es complejo y único, aquí no tenemos vegetación en el desierto por falta de agua, también es por exceso de sal, en la tercera región llueve en el desierto y este florece y es por qué no tiene los niveles de sal que tenemos aquí, siempre recuerden que estamos haciendo agricultura al lado de las calicheras únicas en el mundo y de donde extraemos los nitrato y eso la hace diferente y único, que muchas veces esas soluciones las tienen los mismos agricultores locales. “Yo me voy al desierto y encuentro agricultores que ya tienen solucionado el tema” afirma.
“Creo que ese es el gran desafío que le daría al Consorcio, de cuando termine en 5 años decir: estos son los proyectos transferibles a las comunidades por su productividad, sostenibilidad y aporte, que signifique un mayor bienestar para ellos”, señala. Y concluye: “Hay que ir a ver cómo trabajan las comunidades indígenas, cómo lo hacen y eso implementarlo aportando más tecnología y recursos. Por esto, la consigna sería ya no tanto estudio, y que el foco este en transferir y ejecutar soluciones que optimicen la producción agrícola”.